A IGNACIO RIVERA PODESTÁ
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Si eres un muerto, ¡ay!, qué puedo decirte
con patadas rabiando, hablando al grito
que soy nada por fin, verso finito,
uno que pasa, frío; a qué pedirte
que me comprendas, cómo desasirte
de tu docta esperanza. Solicito
una luz mínima, y la necesito
para alumbrar valor, qué he de pedirte
a ti si perderás, sí, todo un día.
Tú no lo sabes, para qué razón
saberlo mientras muero de agonía
como golpes trepándome la suerte;
para así continuar hasta la muerte
matándome la suerte el corazón.
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