LA OSCURIDAD DEL OLVIDO
Estás ahí,
estás ahí,
usando solo el
perfume del llanto;
ahí…, quizás hasta la
oscuridad del olvido.
Y, yo, corazón
barato, un azar inhabitual,
un famoso pudrirse de
la insistencia,
sí, a dios
enlagrimado, a dios cercado, a dios irresumible,
un yo mínimo para los
vivos, un siento, a ver, siento,
un poco andar..., un
más o menos que me destiempla,
quiero recordarte,
amigo dulce
– eso quiero –.
¡Qué agrio está este
tiempo sin ti!,
¡qué fría es la prisa
hoy del… silencio!; pero, ¿qué hacer?,
¿qué hacer?, ¿qué se puede hacer?
Está como si esta
letra de mi intención se me oxidara, como si este azul del parque se desvaneciera,
como si esta cara –
mía de sueños, mía de todo, de ¡todo! – me ignorara.