viernes, 27 de diciembre de 2013

Te echo de menos, Dios, mirando al cielo
tras tantos días duros del olvido.
¡Ay!, ¡cuánta soledad yo he padecido!,
¡cuánta equivocación sin perder duelo!

Y aquí estoy, en el postrer anhelo
velándoseme el bien desatendido
por donde tú vendrás sin ser vencido,
carne celeste y ruego de pañuelo.

Y aquí estoy, de ti desmesurando,
desmesurando, Dios, desmesurando
en la última espera de los sueños.

Porque tú ya vendrás de pura esencia
a la sincera voz de esta existencia
que no escuchamos... sin tenernos dueños.

No hay comentarios: